A ti, manzana, quiero celebrarte llenándome con tu nombre la boca, comiéndote. Siempre eres nueva como nada o nadie, siempre recién caída del Paraíso: plena y pura mejilla arrebolada de la aurora! Qué difíciles son comparados contigo los frutos de la tierra, las celulares uvas, los mangos tenebrosos, las huesudas ciruelas, los higos submarinos: tú eres pomada pura, pan fragante, queso de la vegetación. Cuando mordemos tu redonda inocencia volvemos por un instante a ser también recién creadas criaturas: aún tenemos algo de manzana. Yo quiero una abundancia total, la multiplicación de tu familia, quiero una ciudad, una república, un río Mississippi de manzanas, y en sus orillas quiero ver a toda la población del mundo unida, reunida, en el acto más simple de la tierra: mordiendo una manzana.

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